YO Y EL UNIVERSO

PRESENTACIÓN

Desde el inicio de los tiempos, el hombre se supo finito ante un mundo que cada vez se hacía más grande. Escribir de la soledad es, en algún sentido, también saberse acompañado, pues tener quien nos lea nos ubica en el mundo y nos hace pertenecer.

¿Es entonces la soledad un reparo ante el bullicio terrenal? ¿Buscamos escapar de la multitud para encontrarnos a nosotros mismos? A medida que avanza el texto el autor busca respuestas desde su lugar en el cosmos, mientras transitan sus universos imaginarios. La cotidianeidad, el silencio, y su realidad monótona que lo lleva a inventar mundos para escapar de nuestro mundo.

Si nos alejamos mucho, veremos que somos un punto, no sólo nosotros, sino todos… Todo. Es en ese punto donde suceden todas las aventuras y desventuras que nos convierten en quienes somos.

Si miramos hacia adelante veremos nuestro diminuto tamaño, detrás, el infinito que nos en- vuelve.

El autor dice: “somos polvo de estrellas”, eso sólo significa que existimos con el universo… que fuimos, somos y seremos algo más que autómatas. Pertenecemos a lo que ha sido y algo de lo que hoy somos formará parte de lo que será, en un círculo infinito.

Quizá, el autor busca advertirnos que estamos fatalmente conectados con el Todo, que, con un bostezo en la tarde de la Rinconada, un volcán furioso explota, o un árbol florece o alguien nace.

El espacio es silencio inconmensurable, como el silencio de los pueblos por las siestas. ¿Es diferente el silencio sideral, de aquél de la Rinconada, o acaso es éste por cercanía más poético?

El infinito es un silencio, una mirada, un perfume, los sueños y los universos compartidos, lo cotidiano.

Fernando Roberto Chinellato

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