Page 15 - BUFANO BIOGRAFIA
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                         Poesías Completas  Alfredo R. Bufano

           atortugados, que, cubriendo el globo ocular más que lo corriente,
           y acentuando el efecto por las largas pestañas, daba una curiosa
           impresión de lejanía y de sueño, y detrás, muy  atrás, aquellos
           ojos verdes que miraban traspasando, llenos de mansedumbre y
           poesía, o disparando todas las flechas de Júpiter, según el caso. Y
           todo envuelto en un modo solemne, pero sin afectación,
           pausadamente  principesco, aristocrático por naturaleza,  por
           presión espontánea de una hechura armoniosa y perfecta. Y en
           este cúmulo de bondades, cómo no recordar su voz que no está
           preservada en imágenes como su figura y su rostro, sino  que
           meramente resuena en la memoria auditiva de los que lo oyeron.
           Era la suya una voz espesa, llena, como una música total
           acomodada a su condición varonil, que hacía pensar en un
           timbal, edulcorado  con musgo. Voz que leía, magnetizándolos,
           sus propios versos  o los versos de otros, y  que  dormirá para
           siempre cuando muera el último que haya escuchado a Bufano
           alguna vez”.
                De sus experiencias como profesor, y del tipo de vida que
           llevaba en el lugar, da testimonio el mismo Bufano, en el poema
           “Esta es mi simple vida” que  apareció  en  Valle de la soledad
           (1930) y luego en Presencia de Cuyo (1940):

                          Esta es mi simple vida de profesor rural:
                          dar clases, mal o bien, en la Escuela Normal.
                          Para ir a mis aulas, a diario debo hacer
                          unas leguas de campo rojo de amanecer…

                Pasa las tardes “leyendo buenos libros o cultivando flores. /
           O si no, en compañía de mi perro y mi voz, / vagando  a la
           aventura por los cerros de Dios”. Amigos o discípulos que lo
           visitan le sorprenden a veces tocando un viejo  armonio. El
           profesor Aurelio Bujaldón (ex-discípulo) nos cuenta que lo
           encontró un día tocando una vidalita. No desdeña, tampoco, las


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