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Poesías Completas Alfredo R. Bufano
sauces de largas trenzas, amigos del arroyo
que no cesaba nunca de ser murmurador!
¡Y qué decir, Dios mío, de las montañas níveas,
—gigantes centinelas que el límite nombró—
fantasmas seculares que saben mil poemas
de epopeyas heroicas que el vate no cantó!
¡Por qué os habré dejado! ¡Yaya un capricho el mío!
¡Cambiar tanta belleza por sólo una ilusión!
¡Si todo se supiera, ni un paso se daría
por no encontrar más tarde motivos de dolor!
Una mañana dije: voy a tomar el tren,
voy a buscar el dulce placer de la impresión.
Y un tanto entristecido miré las cordilleras,
los valles y los ríos, y murmuré un adiós!
¡Oh, las interminables y blancas paralelas
que vemos rutilar bajo la luz del Sol!
¡Cómo nos sugestionan con su impasible arcano
de culebras dormidas para morder mejor!
¡Si todo se supiera! Pero ¡ay! al fin y al cabo
me está bien merecido por loco y soñador!
¡Alma mía, alma mía, resígnate a ser triste,
y llena de nostalgias tu nido de ambición!
¡Oh, inmensa Buenos Aíres, yo no te cambio nunca
por aquel florecido y armonioso rincón
de valles y montañas, que no progresa nunca!
¡Oh no, no lo lamentes, mejor, mucho mejor!
Sacando cuatro o cinco lugares pintorescos,
lo demás nunca cambia de su eterno color.
¡Ah, mis montañas que eran nevadas con la aurora
y azules y verdosas con la puesta del Sol!
¡Aquí el inmenso grito del prosaico Mercurio,
17 Carlos Barros Ediciones