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Poesías Completas Alfredo R. Bufano
LA ORACION DE UN HOMBRE ABATIDO
¡Oh, buen Señor, yo quiero transformarme en pastor,
todito sencillez, y todito humildad,
sin tener más cuidado, ni tener más amor
que el rebaño y la choza, con tu sublimidad!
Salir muy de mañana con mis dulces ovejas
a recorrer dichoso los valles placenteros,
preludiando en mi flauta las amorosas quejas
de un cariño más blanco que todos mis corderos.
Y mientras mi rebaño triscara por el monte
guiado amigablemente por mis perros guardianes,
yo, nostálgico y triste, mirando el horizonte
te daría en mis versos mis íntimos afanes.
¡Nunca una angustia; nunca la sombra de una pena
que viniere a sacarme de mi infantil arrobo!
¡Señor, yo alejaría con la canción más buena,
las malas intenciones del ladrón y del lobo!
¡Ah, Señor, tú no sabes qué dichoso serla
si tú me convirtieras en humilde pastor;
por bueno, todo el pueblo contento me amarla,
te lo juro, Señor!
Tendría para todos, los consejos más sanos,
los más puros preceptos, las más dulces palabras,
buenos y malos, todos serían mis hermanos,
como también mis perros, como también mis cabras.
Al declinar la tarde, cuando la voz lejana
del Ángelus, llamase con su místico son,
me pondría de hinojos, y con alma cristiana,
con las manos en cruz diría mi oración!
Después de haberla dicho cual toda alma piadosa,
con un largo silbido reuniría mi grey,
20 Carlos Barros Ediciones