Page 29 - ALLA EN EL SUR
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Curicó, que lo separaba del campo de la laguna Blanca, al este, Río
Grande; al sur, Arroyo del Seguro; al oeste Cordillera de los Andes. Cada
uno separado por accidentes naturales, perfectamente definidos;
poblados de excelentes pastos naturales, que hacen hayan sido predilectos
en todos los tiempos para la crianza de ganado.
De ahí el interés que hubo en esa época por su posesión,
agregándose a ello su colocación estratégica para guardar los ganados,
muchas veces de dudosa procedencia en el intercambio comercial con los
indios. El decreto mencionado, era de su obligación el fiel cumplimiento
por Rodríguez y causa de ello son los inconvenientes con que tropezó para
su aplicación, llegándose a veces hasta comprometer la tradicional
concordia con el país hermano.
Para su mejor cumplimiento en tan delicada misión se
establecieron guardias permanentes en las épocas que daba paso la
cordillera: La Guardia del Latuel, la Guardia del Salado, etcétera.
Al cobrarse los talajes de pastoreo, hubo resistencia de parte de los
hacendados chilenos, que alegaban ser de ellos dichos campos desde
tiempos inmemoriales y se creían de justa pertenencia. A raíz de ello hubo
una lamentable incidencia a principios del año 1846, en que gente
enviada por el Comandante Rodríguez tuvo un choque armado con los
propietarios de los ganados que pastaban en Los Potreros de la
Cordillera.
La incidencia de mención dio origen a que el entonces gobernador
de Mendoza, Don Pedro Pascual Segura, se dirigiera al gobierno del
general Rosas dando cuenta del decreto que encabeza este capítulo y que
había dado expresas órdenes a Rodríguez para que lo cumpliese en todas
sus partes, ya que antes no se había podido hacer, “destinándose el
producido de las invernadas chilenas a la mantención de los indios
amigos que ayudaban a guardar y defender la frontera” (Zinny).
Por resolución del 4 de diciembre de 1846, Segura nombra una
comisión compuesta por los ciudadanos coronel Don Carmen F.
Domínguez y el agrimensor Tte. Cnel. Don Nicolás Villanueva, para fijar
límites de los terrenos en cuestión, planos, curso de los ríos, división de
aguas a la vez que, según Zinny, se dirigía a todos los escribanos de la
provincia para que en ocho días informaran sobre escrituras o
documentos que tuvieran “relación con las ventas, donaciones y
cualquiera enagenación”.
Para el mejor cumplimiento de este decreto, el mismo gobernador
se dirige en persona a visitar los referidos potreros en setiembre de 1846,
delegando el mando en su ministro de la Cuesta, circunstancia que