Page 14 - CALLES DE BARRO
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Héctor Toledo
se agrando cuando la mesa larga estuvo llena. La
memoria agitó la fragancia de los recuerdos y vol-
vió por un instante al origen. Allí se vio en el ca-
mino, justo en el punto de partida, donde los regis-
tros de las palabras "Papá y Mamá" no se incorpo-
raron a su lenguaje pueril, y asoció la gran mesa
con los bocados mezquinos que recibía en canje por
esfuerzos infantiles.
Las piedras del camino fueron muchas, las
visualizó casi a todas, pero también valoró la fuerza
que impuso a las dificultades para sostener la carga,
pero cuando apareció la compañera del camino, to-
do se hizo más fácil... la mesa chiquita se hizo me-
diana, y después mas grande, hoy es gigantesca y
cada vez que la mira, se ríe.
La algarabía de la mesa era importante y el
bullicio estaba en el punto más alto del encuentro
dominguero y antes que la modorra adormeciera a
los comensales, Norberto los miró uno por uno,
retiró la silla despacio, nadie lo notó y con paso
lento, se fue hacia el fondo y desde allí se dio
vuelta, volvió a mirarlos a todos y se perdió detrás
del horno.
La tarde se puso de espaldas a la noche y
el lugar aquietó las voces. La mudez de las sombras
abrazaron al patio y Margarita guardó las dos sillas
de totora. La puerta se cerró y un aire tibio recorrió
el lugar.
El Patio de Norberto reposa esperando
otro encuentro... y el tiempo se detiene parado en el
abismo de la historia.
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