Page 26 - CALLES DE BARRO
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Héctor Toledo
blanca y suelta para el encuentro, le pareció sen-
sual, peinó con los dedos su pelo dándole un toque
informal.
El sonido suave de la música pintaba de notas in-
coloras. Para la ocasión eligió la mesa redonda de
patas torneadas -le pareció sugestiva- fajinó con
esmero dos copas, miró a través de ellas, con el
dedo meñique sacó la última pelusa, las tomó con
sutileza del fino tallo y las hizo chocar con suavi-
dad imaginando un brindis demorado. Colocó los
platos y cubiertos que usaron la última vez. Hoy
será diferente -pensó- y escondió el portarretratos
detrás del jarrón azul. El color rosado de la flor
predilecta de ella se destacó aún más al encender
las velas en el viejo candelabro que se erguía en el
centro como custodio de posibles miradas insinuan-
tes. Miraba el reloj de pared con ansiedad cuando
sonó el teléfono en el living, se apresuró a atender-
lo, pero no llegó -cortaron antes- Un escalofrió
cubrió su importante figura, dejó su mano sobre el
mudo aparato y rascó su nariz con el dedo índice -
se inquietó- miró la puerta de entrada e imaginó su
llegada.
Avanzó la noche con cautela, la penumbra dismi-
nuyó, el timbre de entrada nunca sonó, las velas se
consumían inquietas. Dos copas vacías en la sole-
dad de la mesa supieron de ausencias. El rostro
impotente de Joaquín se iluminó cuando apagó las
velas. Dos hilos de fino humo blanco se elevaron
con elegancia y representaron desiguales movi-
mientos.
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