Page 9 - VENGANZA
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                                       Introducción

                El fuego arrasa  sin  contemplaciones  la casa  y todo lo que
           encuentra a su paso, es un torbellino descontrolado que lleva en
           sus entrañas,  todas  y cada una  de  las evidencias que podrían
           haber quedado.  Desde  lo alto  en  la colina, Severino  observa
           impávido la  voracidad  de  las llamas,  el corazón  golpea  en  su
           pecho sin control, pareciera querer salirse de su sitio. No es para
           menos, estuvo a solo unos segundos de abrazarse con la muerte,
           si aquel tipo hubiera tirado del gatillo, probablemente en  este
           momento otra seria la historia.
                Abandona el espectáculo sube al automóvil y conduce a mil
           por la carretera, en el asiento trasero Eleonora descansa aturdida
           por los efectos del somnífero, mejor – piensa-  no tiene idea con lo
           qué se puede encontrar en “La Florida”. Le restan unos minutos
           para llegar, acomoda el arma en la cintura y aprieta el acelerador,
           el sapo Olguín lo espera, no es que sienta satisfacción por lo que
           tiene que hacer, simplemente es su trabajo.
                  El sol se pierde entre los pinos, el atardecer florece y trae
           con él la invisibilidad, Severino se mueve cauteloso entre las coní-
           feras  siempre con la vista  fija adelante.  Atraviesa  la puerta de
           entrada, recorre un largo pasillo que  lo deposita frente a la puerta
           de la  cocina, una gran mancha roja en la pared, le asegura que no
           le han mentido. Detrás de la mesa desparramada   en el  piso,
           descansa  una mujer con un agujero en la cabeza,  no hace falta
           revisarla se da cuenta que está muerta, bien muerta.
                Ingresa a la galería avanza unos metros, atrás quedan  unos
           hermosos  y antiguos  sillones de madera.  Pega  su  espalda  a la
           pared y camina paso a paso, con el arma apuntando hacia arriba.
           El muro se termina antes de girar se asoma cauteloso, no sabe con
           qué se puede encontrar.  Allí  al final,  donde el piso de ladrillos
           envejecidos  se mezcla  con el césped,  alcanza a verlo.  El  gordo
           Olguín está tirado boca abajo, desde algún rincón del parque le
           llega el sonido del motor de una segadora de césped encendido.
           Se le  aproxima  lentamente, lo toma de los hombros y lo pone de
           rodillas  en un solo movimiento. El “Sapo” llora a moco tendido,



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