Page 15 - GREGORIA
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                                     Gregoria






                                      CAP I:
                 “Ña” Gregoria (la vieja) y su llegada a… Santa Rosita

             …Ña Gregoria Villar,  era una  mujer  muy entrada en años,  de piel
        morena, curtida y arrugada por el paso del tiempo. No era muy alta, pero sí
        contaba  con  cierta  robustez  que,  a  ojos  vista,  daba  la  sensación  de  ser
        estructuralmente fuerte; una trenza entre cana y bastante larga caía por su
        hombro derecho hacia delante y la virtud por excelencia de ella, se desta-
        caba  en  sus  ojos  profundamente  negros  y  sobretodo  en  su  mirada…
        penetrante, aún joven, dura por momentos… por momentos tierna y… en
        todos los casos, directa a quien fuera dirigida.
             Nadie  supo  nunca  de  su  pasado.  Corrían  los  primeros…  tal  vez…
        diez  años  del  siglo  XX, cuando  apareció  un  día  de  aquellos…  de  verano
        ardiente, por el establecimiento rural “La Soberana”, pidiendo trabajo por
        catre y comida, más no fuera, sabía hacer de todo, lo de las casas y… lo de
        ajuera mejor que un hombre… ah …y también curaba de todo.
             En esos tiempos de su llegada, fue recibida en la cocina de la casa
        grande por Damiana, la muchacha de confianza de  la señora  y convidada
        con agua fresca, hacía mucho calor.
             Les vino muy bien el arribo de Gregoria Villar al lugar, a los dueños
        les interesó mucho que fuera útil en la ranchada para cuidar de la salud de
        la peonada y sus familias. Por entonces, el único médico a la redonda vivía
        en la cabecera del departamento, el pueblo Perito Tostejo, y no le era fácil
        el  acceso  siempre  que  se  lo  llamaba  (sobre  todo  en  invierno  cuando  las
        lluvias y nevadas, o en la temporada estival de granizo). Además el único
        tendido de telégrafo era experimental y andaba cuando quería.
             La cuestión fue que la mujer fue a parar a la ranchada del estableci-
        miento:  Santa  Rosita...  como  curandera  adscripta,  desde  ese  día  y  para
        siempre. El pequeño grupo de ranchos de adobe y paja llevaba el nombre
        de  la  santa,  porque  los  primeros  cuatro  palos  plantados  con su  techo  de
        ramas se erigieron un día en que la tormenta de Santa Rosa, se desataba con
        los vientos más temibles del año y un aguacero que caía como clavos en la
        tierra.



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