Page 20 - GREGORIA
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Graciela Casanova
se había marchado) para hacer un relevamiento de terrenos: se perfilaban, a
futuro, interesantes capitales que querían invertir en esos lugares para
establecer estancias, fincas y otras realizaciones rurales para producir.
El hombre cumplió con su labor de manera sobria, responsable y
ocupando todo el tiempo necesario, aunque le urgía terminar. Era extranjero,
estaba con su mujer y sus dos hijas pequeñas y lo que ganara le serviría
para abordar un barco y regresar a su lugar natal… su familia no se adap-
taba a las tierras desérticas y casi irredentas de la zona y sufría mucho.
Buen trabajo hizo el perito: en primer instancia, efectuó un detallado
estudio toponímico y, a partir de allí, agrimensó enormes cantidades de
tierra, dividió y subdividió otras, confeccionó una especie de catastro,
asentó estadísticas y unas cuantas observaciones más.
Logró también, y de acuerdo a sus vastos conocimientos traídos de
lejanos continentes y de algunos otros viajes de soltería, catalogar especies
animales y vegetales.
Dejó documentado en boletines oficiales lo siguiente: “De mi consi-
deración y en plenas facultades de mi razón y experiencia, informo que los
25.000 kilómetros que se me asignaron para ser testeados por mí, son de
extrema riqueza natural y de climas hostiles pero no invencibles. En las
tierras que he recorrido, se podrán producir por mano de hombre diversos
productos de cría, siembra, caza, pesca, recolección, manufactura y artesa-
nía. Expreso también mi firmeza en sugerir y acelerar las intenciones de
valuar económicamente los solares en cuestión y apurar las voluntades de
quienes quieran habitar los lugares de manera privada o fundando poblados
o caseríos, dentro o fuera de establecimientos rurales o tierras puramente
del Estado”. (Así fue que posteriormente y ateniéndose a las legalidades del
momento La Soberana, cedió en comodato cierta cantidad de superficie,
para que la habitase la peonada, sus familias y pertenencias).
Unas cuantas cláusulas más, entre las que se recomendaba, como de
rigor de estudio, la conservación y cuidados de algunos sitios que, según
sus conocimientos, deberían permanecer vírgenes y libres de cualquier
intención de explotación; más otras indicaciones en los pliegos que presentó
como respuesta cumplida a pie de letra, certificaron que la misión del perito
Tostejo estuvo cumplida con creces. Así fue que se le pagó lo convenido y,
un amanecer de bruma otoñal, el naturalista partió desde un puerto, en la
Goleta La Salvadora y llevando consigo a su familia, una experiencia más y
un pago que le permitiría vivir tranquilamente bien por un… tiempo…
hasta otro…viaje.
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