Page 18 - GREGORIA
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                                    Graciela Casanova
                 El  muchacho  corrió  hacia  sus  mandados  y  la  entristecida  vieja  se
           quedó pensando en voz alta sin poder evitarlo, es…más, como queriendo
           que alguien la escuche en sus lamentos  de fracaso  y  pena o… como excu-
           sándose con quién sabe quién…
                 _ ¡Qué lo tiró! Que si ni panza tenía y… más flaca que una alfajía
           estaba.
                 _ Otra mujercita más pa’ este mundo de penares…
                 _ ¡Quisiera tener cerca al maldito que la desgració!¡Cerca lo quisiera
           tener… sí!
                 El ama de leche llegó, se sentó de forma práctica y decidida en un
           banquito bajo, cerca del fuego y avezadamente amamantó a la nueva habi-
           tante de la  ranchada  como si fuera  uno de  sus “siete hijos  de ella sola”.
           Triste paradoja la de ese día, la gringa alimentando a la vida misma y el
           moreno Baltasar preparando el sepelio de la frágil y pasajera presencia, que
           aún yacía en la cama de Gregoria.
                 _  ¿Qué  vamos  a  hacer  con  ella  Madrina?  Es  muy  chiquita  pués
           ¿Quién le va a dar la teta?
                 _  ¡Mocoso  e’  porra!_  exclamaba  la  doña…  _¡Pa’  asustarse  hay
           tiempo! Teniendo la leche de Marguerite se va a criar sanita y… después la
           de la cabra y después... ¡El zapallo que nosotros sembramos pues!
                 _ Ah Ah Ah ¿Y qué nombre le vamos a poner?_  preguntaba el niño
           inocentón…
                 _¡Cómo pa’ nombres estoy yo! Ni siquiera supe cómo se llamaba su
           madre... tengo que pedirle ropita a la patrona de la casa, sólo está envuelta
           en mantas la pobre_ renegaba la doña.
                 _ ¿Puedo ponerle el nombre  yo?_ pedía el muchachito, que, cono-
           ciendo a Gregoria, estaba seguro de tener un sí como respuesta…
                 _ ¡Ah sí… mire usté! ¡Claro que sí mi querido! ¡Claro que sí! Se lo
           merece, hoy me sirvió de mucho_ y le acarició agradecida la cabeza al niño
           que, muy a pesar de todo, estaba feliz de recibir a la niña como a alguien
           casi… propio.
                 _ Gregoria se va a llamar… como usté_ dijo Laurindo.
                 La, aparentemente dura e inmutable mujer, tomó la mano del niño,
           miró hacia la pequeña recién nacida que se estaba alimentando y dejó caer
           una lágrima que corrió desde el ángulo externo del ojo derecho, resbaló por
           una  de  sus  profundas  arrugas  gestuales,  cayó  y  desapareció  entre  los
           cabellos de su larga trenza. Disimuló su ahogado llanto frente al muchacho
           y colocó su emoción donde nadie la viera para contestarle que estaba bien

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