Page 18 - TELARAÑA
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                              Juan Carlos (Topo) Fernández

               Hasta que una mañana una cadete de la jefatura, entro a su
           despacho con una posible solución entre sus manos, el comisa-
           rio la escucho atentamente y totalmente dispuesto.
               Resulta que la joven tenía un amigo experto en comunica-
           ciones,  capaz  de  hacer  cualquier  cosa  con  las  computadoras.
           La joven le había rogado al comisario, que la dejase llevar las
           imágenes del hospital a su amigo, aduciendo que si alguien era
           capaz de ver lo que nadie había visto; era aquel muchacho.
               Dalaras en un principio se había negado, pero la situación
           en la que se encontraba ameritaba una rápida y pronta respues-
           ta. Un cadáver más sobre sus espaldas sería muy difícil de so-
           portar. Accedió a dárselas con una sola condición, nadie jamás
           debería enterarse de lo que habían hecho.
               Después de una intensa búsqueda y algunas intervencio-
           nes bastante oscuras, Markos había logrado descubrir el rostro
           del posible asesino.
               Mia Leone envió por correo los resultados al comisario, se
           sentía orgullosa no había perdido el tiempo en hacer prevalecer
           su idea, estaba segura que su carrera después de ese día toma-
           ría un nuevo impulso.
               Rápidamente aparecieron las comparaciones, entre el ros-
           tro del posible asesino y el programa de reconocimiento facial
           de la policía. Finalmente terminaron descubriendo  que el
           hombre de la capucha, vivía en la ciudad desde hacía más de
           diez años, había sido estudiante de enfermería y trabajaba en el
           “Memorial” como paramédico desde el año 1996.
               El comisario y su equipo fueron a buscarlo a su casa de in-
           mediato,  al ingresar en el domicilio encontraron  al “Hacen-
           doso” durmiendo  plácidamente en su cama, en la habitación
           contigua, su madre dormía profundamente. La pobre mujer se
           encontraba demasiado enferma, para entender lo que  estaba
           sucediendo.
               Erwin Herman el “Hacendoso”, como fuera bautizado por
           la prensa por su habilidad para no dejar huellas, en las escenas

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