Page 17 - TELARAÑA
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                                      TELARAÑA

               Muy a pesar suyo y en contra de sus convicciones, hizo
           una larga llamada a Bremmer, ambos hablaron durante varios
           minutos, pero nunca se supo de que habían hablado.
               Después de cortar con el periodista, llamó a sus hombres y
           aquella misma noche, todos terminaron durmiendo en las
           camas de su casa.
               A la mañana siguiente, la primera plana del diario la Ra-
           zón mostraba en letras bien grandes, que la policía se encontra-
           ba muy cerca de encontrar al “Hacendoso”. Aquel había sido el
           nombre, con el que decidieron llamar públicamente al asesino
           en serie.
               Sentado frente a su escritorio, con una taza de café en la
           mano Dalaras lee el periódico, de vez en cuando se rasca ner-
           vioso la nariz. Parece estar esperanzado en su  teoría, espera
           que el asesino tome el guante y se equivoque.
               La policía de hecho, no  tiene pruebas contundentes para
           atrapar al Hacendoso, ni siquiera habían logrado perfilarlo, esa
           era la verdad. Pero el asesino tampoco tenía la menor idea, de
           lo que estaba sucediendo dentro de la estación.
               La historia volvió a repetirse con dos nuevas muertes, pri-
           mero encontraron a una mujer joven y a los tres días, apareció
           el cadáver de un hombre. Ambos con las mismas características
           de los casos anteriores.
               A esa altura Dalaras era una bomba  a punto de estallar,
           para colmo de males los últimos cadáveres aparecidos, eran
           habitantes de la ciudad, lo que dificultaba aún más la búsque-
           da.
               La puerta de su despacho no paraba de abrirse y cerrarse,
           cuando no entraban los deudos de las víctimas, eran las auto-
           ridades presionándolo para lograr resultados. Su vida ya no
           era suya, de repente se había convertido en un mero espectador
           de ella, casi no dormía y comía solo cuando se acordaba.





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