Page 11 - EL AGAPITO
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                                     El Agapito


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                 Ese  primer  encuentro  me  servía  para  semblantear a  la
           gente y también para aclararle mis condiciones de trabajo  6    en
           caso de asumir la defensa de su pariente.
                 El próximo paso era la  ligera lectura  del expediente, el
           diagnóstico  del  caso  que  me  permitía  estar  en  condiciones  de
           pasar un presupuesto, de ir a la cárcel a hablar con el imputado y
           finalmente, si los parientes pagaban,  al menos un  treinta o
           cuarenta por ciento de lo presupuestado, antes de  asumir la
           defensa, aceptaba formalmente el cargo de defensor y comen-
           zaba a trabajar en pro de la libertad del cliente.
                 Torres Rizzo no era la excepción. José Vicente Torres Rizzo
           estaba imputado por el delito de homicidio doblemente agravado

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           por parentesco y alevosía ,  delito sancionado con la pena  de
           prisión  perpetua.  Se  lo  acusaba  de  haber  matado  a  su  hijo  de
           apenas 15  días  de  vida  mediante  golpes  en  su  cabeza  contra
           una pared para acallar sus llantos.
                 Nunca, desde que asumí la defensa dos años antes y hasta
           el día del debate dejé siquiera un instante, de estar convencido
           de la culpabilidad  de Torres  Rizzo.  Por  supuesto  que  éste  y  su
           familia negaban  el  hecho  y  argüían  ser  víctimas  de  una
           conspiración tan macabra como inexistente. Como en casi todos


           5  Esto tenía que ver básicamente con el pronóstico favorable de cobro de los
           honorarios y con el respeto mutuo de la futura relación.
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             Fundamentalmente cabía la aclaración de que el profesional no garantizaba
           el resultado favorable. Comprometía todo su leal saber y entender pero no
           prometía  tonterías. Por supuesto que le  otorgaba chances y  una visión,
           digamos que, optimista, pues de lo contrario, nadie le entregaría un caso.
           7  El homicidio se agravaba si el autor mataba a su ascendiente, descendiente
           o cónyuge.
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             La agravante de la alevosía significaba matar a traición, sobre seguro y sin
           riesgo para el autor. El que mataba a un bebé de días, mataba a un indefenso
           y, por lo tanto, con alevosía.


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