Page 15 - ASESINO
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                 El hombre odia la exposición mediática, es un tipo duro, tímido y
           retraído, viene de una vieja casta de policías. Arnoldo Lucero su padre
           fue policía, también lo había sido su abuelo, Don Eustaquio Lucero.
                 Aunque no le agradan los periodistas, entiende que tendrá que
           enfrentarlos, en esos momentos su humor no es el mejor que tiene, ni
           el más agradable.
                 Suelta un bufido mientras se levanta de la silla, da unos últimos
           retoques al uniforme frente al espejo, se coloca la gorra  debajo  del
           brazo y encara hacia la sala de reuniones.
                 Al verlo ingresar los sabuesos corren de aquí para allá micrófono
           en mano, los codazos van y vienen entre ellos, tratando de hacerse  un
           lugar para obtener la primicia. El Comisario atento a lo que sucede,
           pega  dos  gritos y  en  tan solo unos   minutos  todo  vuelve a la
           normalidad.
                 El viejo hace su entrada lenta  y parsimoniosa. Se ubica  detrás
           de un antiguo y deteriorado escritorio.  Ubica la gorra a un costado,
           mientras con la otra mano, acomoda el vaso de agua.
                 Se  lo  nota tranquilo  y relajado, aunque eso es imposible de
           afirmar. Nunca fue fácil diferenciar en él, alguno de esos sentimientos.
                 El pobre ni se imagina lo que está sucediendo, no podría hacerlo
           jamás; frente a él mezclado entre los presentes, hay una persona que
           no es periodista. Al fondo a la derecha sentado en la última silla, el
           responsable de lo sucedido  lo observa atentamente, lleva en  sus
           manos un grabador y un  cuaderno con tapas azules,  están frente a
           frente por primera vez.
                 Es imposible que sospechen de él, es un periodista más entre
           todos los demás,  como siempre sucede en esos casos  jamás piden
           acreditaciones.  Aunque  tampoco es necesario ser Da Vinci,  para
           falsificarlas.
                 Desde la primera fila comienza el tiroteo…
                 Fernando Esquivel, periodista del diario Semanario, se pone de
           pie y dispara…
                 —Señor comisario… ¿Tienen algún dato de lo ocurrido?…
                 El viejo se acomoda los lentes, aprieta el culo contra la silla y
           responde…
                 —El nombre de la joven es  Marina Quirós, tenía  apenas
           diecisiete años – hace una breve pausa, le duele la respuesta- cursaba



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