Page 18 - ASESINO
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                 Enfila sus pasos hacia la calle, atrás quedan los periodistas,  la
           comisaria y la gran cantidad de preguntas sin respuestas.
                 Camina  presuroso  hacia el automóvil,  antes de arrancar hace
           una llamada. De la rotisería le responden que el pedido ya está listo.
           Desde  que  la vieja  lo  abandonó,  las cosas  en  su  casa  se  le  han
           complicado bastante.
                 “La Gringa” es una pocilga oscura y maloliente, pero el dueño
           hace unas “milas” a caballo que parten la tierra. En la pizarra detrás
           del mostrador, se puede leer  que  salen con  puré  y ensalada. Le
           muestran varias,  elije  la más grande  y  espera  a un costado del
           mostrador a que se la envuelvan.
                 Está recibiendo el vuelto, cuando aparece en televisión la madre
           de la chica muerta en la plaza,  se detiene  por un segundo y para la
           oreja…
                 —Qué hijo de puta el que hizo  esto–Comenta muy  suelto de
           boca, el gordito con cara de cerdo dueño del local.
                 —Ya lo van a agarrar, no se preocupe – Responde el hombre,
           con cara de ternero degollado…
                 Da media vuelta y encara hacia la salida, aguantándose las ganas
           de romperle la cara al gordo de mierda. El sol le da de lleno en los ojos.
           A esa hora las calles se encuentran vacías, es la hora de la siesta. En las
           ciudades del interior dormirla, es casi un ritual. El olorcito de que se
           desprende del paquete es irresistible, apura el paso.
                 La milanesa era grande de verdad, no puede terminarla. Pone el
           sobrante junto  a  un puñado de  papas fritas,  dentro  del Tupper  y lo
           cierra  con cuidado.  Para  que no salgan los olores,  como  le  decía  su
           madre.
                 Se clava de un trago, el resto de vino que le quedaba en el vaso.
           El “Reserva” Cabernet Suavignon  de  la bodega  Navarro Correas,
           atraviesa su garganta como si nada, dejándole en la  boca un gusto
           fuerte a roble,  pimentón y tabaco. Coloca nuevamente el corcho en la
           botella,  después  la coloca  en la vieja bodeguita.  Con el  corcho para
           abajo, para que se humedezca, se hinche y no haya pérdidas. Termina
           de limpiar todo lo utilizado y se va a dormir la siesta. Demasiado por
           ahora—piensa—apuntando el control remoto hacia el aire
           acondicionado, para bajarle unos grados.





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